lunes, 15 de febrero de 2016

CUARTO DÍA: LA DESPEDIDA

 
Nuestro último día, y había que aprovecharlo.
 
A primera hora estábamos en el Museo D´Orsay, y ya había bastantes colas (era primer domingo de mes, y se notaba; la entrada era gratuita).
 
 
 
El edificio que alberga este museo primero fue palacio (devastado por un incendio), más tarde estación de tren, y ahora pinacoteca.





Las obras que se exponen en el interior del museo comprenden el período desde 1848 hasta 1905. Las anteriores están en el museo del Louvre, y las posteriores en el Museo George Pompidou.

Este es el museo conocido como "de los impresionistas", y con razón, pues concentra la mayor colección de cuadros impresionistas y post-impresionistas del mundo. Obras de Cézanne, Renoir, Degas, Monet, Gauguin, Van Gogh, Toulousse Lautrec...., la lista es interminable y por tanto se trata de un verdadero paraíso para los amantes del arte.

El museo es bastante peculiar en su estructura, al tratarse originalmente de una estación ferrioviaria.


 

 
 
A través de  uno de sus relojes podemos contemplar París
 


Me dejó impresionada su restaurante


 
 
Original también su cafetería de campanas.
 


Tras un par de horitas en el museo, salimos al exterior. El día estaba radiante; se diría que París nos despedía con su mejor cara.
Al pie del museo d´Orsay fluye el Sena y nos sentamos en unas escaleras de la orilla a descansar un rato



 
 
Tomamos el metro en dirección a la zona de Les Halles.
Les Halles era un antiguo mercado de abastos, el más grande de París. Posteriormente este mercado fue trasladado a las afueras, y actualmente el lugar lo ocupa el Forum de Les Halles, una gran galería comercial subterránea con tiendas, cines e incluso piscinas...



Al lado del Fórum se encuentra un edificio circular, es la Bolsa de Comercio y a su lado la columna astronómica de Catalina de Médici.


 

Y justo en sus inmediaciones la magnífica iglesia de San Eustaquio.


Esta iglesia gótica fue construida entre los años 1532 y 1632, y por sus dimensiones bien podría ser una catedral.

Tenía muchas ganas de ver su interior; en el viaje anterior la encontré cerrada.






Entre otras cosas, en San Eustaquio podemos admirar cuadros de Rubens, y uno de los órganos más grandes de Francia.

Tras salir de la iglesia dirigimos nuestros pasos al Centro George Pompidou, el museo de arte moderno y contemporáneo de París.
Aunque no soy amante de este tipo de arte, aprovechamos que era día de visita gratuita (por ser primer domingo de mes) para echarle un vistazo.



Este edificio fue diseñado en los años 70 por el arquitecto Renzo Piano para el espacio antes ocupado por el mercado de Les Halles. Su construcción causó gran polémica en sus inicios, aunque hoy constituye uno de los museos más visitados de Francia, destacando su enorme oferta cultural.

El edificio en sí es digno de ver.
De estilo industrial, llama la atención que muchas de sus "intimidades" están a la vista y destacadas con colores llamativos; se pueden apreciar las conducciones de agua, electricidad, etc, así como galerías, pasillos y escaleras, todos visibles desde el exterior.



Especialmente llamativa es  la escalera mecánica que recorre el frontal del edificio y que todo el mundo conoce como "oruga".
Merece la pena subir por esta escalera desde donde podemos contemplar la propia plaza George Pompidou, así como una estupenda panorámica de París con el Sacré Coeur al fondo.






El centro George Pompidou tiene espacios muy diáfanos y además de su colección de arte moderno y contemporáneo, alberga una gran biblioteca, talleres infantiles, salas de cine, auditorio...


Justo al lado del George Pompidou encontramos la plaza Igor Stravinsky, con la fuente Stravinsky en su centro; se trata de una especie de estanque rectangular y poco profundo de donde emergen 16 figuras muy coloridas, muchas de ellas dotadas de mecanismos móviles. El conjunto es muy alegre y vanguardista, y como contraste la iglesia de Saint-Merri al fondo.





Tras un descansito en esta plaza tan colorista nos dirigimos a dar una vuelta por el barrio del Marais.





Sin duda el domingo es el mejor día para visitar este cosmopolita barrio. Conocido por albergar una de las mayores comunidades judías de europa, los domingos están todos los establecimientos abiertos y la zona se llena de vida. Abstenerse sin embargo los sábados, pues los judíos celebran el Sabbat que es su día sagrado y lo dedican al descanso.

El Marais es un barrio muy variopinto donde se mezcla la tradición y la vanguardia. Su nombre significa "marisma", pues era un terreno pantanoso donde empezaron asentándose comunidades religiosas.

En los siglos XVI y XVII se produjo el auge de la zona al convertirse en el lugar de moda entre la aristocracia. Este pasado puede apreciarse todavía en las múltiples mansiones señoriales que se salvaron del período revolucionario y de las posteriores ansias de Napoleón por reformar el trazado urbano de París.
Hoy en día es el barrio de moda, el más bohemio y alternativo. Concentra a gran cantidad de artistas, y desde los 80 es la zona preferida por la  comunidad gay.

Paseando por sus calles encontramos galerías de arte, locales vintage, tiendas de tradición judía....

 

Una de sus calles principales es la rue des Rosiers, allí paramos para comprar comida que tomaríamos más tarde en la place des Vosgues.








La place des Vosgues es una de las plazas con más encanto de París
Data del siglo XVII,  y es una plaza muy armoniosa por la perfecta simetría de sus edificios, y por el parque que ocupa todo su interior. Entrar en ella es como trasladarse al pasado; escenario de duelos y justas, a la época de los mosqueteros.


 

 

La plaza está rodeada de edificios señoriales, y está completamente porticada.




Hoy la ocupan numerosas galerías de arte, restaurantes, perfumerías...

 

 

Allí nos sentamos a comer y a descansar un rato, antes de visitar la casa-museo de Víctor Hugo, que ocupa el nº 6 de esta plaza.



 

Muy cerca encontramos otra zona interesante: el Village Saint Paul. Este barrio pasa casi desapercibido, se trata de un laberinto de patios repletos de tiendas de antigüedades y donde además podemos visitar  la Iglesia de Saint Paul.





 

Comenzaba la tarde y tomamos el metro para dirigirnos a nuestro siguiente destino: el Museo Rodin.
Este museo fue abierto al público en 1919 en el antiguo Hôtel Biron y contiene obras del autor así como de otros artistas.
Es una visita muy aconsejable incluso para aquéllos que no sean muy amantes de los museos pues consta de un edificio no muy grande de dos plantas, y de un jardín de varias hectáreas.

La ubicación es inmejorable, justo al lado de Les Invalides, y del puente de Alejandro III.

Si no se dispone de mucho tiempo existe la posibilidad de visitar solamente los jardines pagando una entra de 2 euros. Y merece la pena porque los jardines están muy cuidados y es muy agradable un paseo donde vas encontrando esculturas de Rodin.

 
 

 

Además de unas bonitas vistas de la cúpula de Les Invalides, y de la Torre Eiffel al fondo.





Podrás ver obras como El Beso, El Pensador, Las Puertas del Infierno,....


 
 
Me gustó especialmente el conjunto de Los Burgueses de Calais, obra conmemorativa que representa a seis burgueses que durante la guerra de los Cien Años ofrecieron sus vidas para salvar al resto de habitantes de la sitiada ciudad de Calais.




Terminada la visita al museo faltaban aún dos horas para el crucero que teníamos previsto por el Sena. Así que con tranquilidad nos dirigimos a la explanada de Les Invalides donde descansar un ratito con el palacio de Les Invalides a nuestra espalda y el puente de Alejando III en frente.
 




Después nos encaminamos hacia los campos de Marte, con su maravillosa vista de la torre Eiffel. El nombre de campos de Marte (dios de la guerra) se debe a que en el siglo XVIII se instaló allí la Escuela militar  y estos terrenos se utilizaban como campo de maniobras.

A lo largo de sus casi 800 metros de longitud, encontramos mimos, actuaciones de músicos, familias y jóvenes haciendo pique-nique.



 

Se acercaba la hora del crucero por el Sena. Existen varias compañías que ofrecen este servicio a lo largo del río. Nosotros optamos por una de las más conocidas: Bateaux Mouches.

Esta compañía fue fundada en 1949 por Jean Bruel, apasionado de París que pensaba que la avenida desde donde mejor puede apreciarse la belleza de la ciudad es desde el propio río.

Nos dirigimos al embarcadero que está cerca del Puente del Alma, célebre porque allí se produjo la muerte de Lady Di.

 


Allí nos encontramos con el dinosaurio de aluminio diseñado por Philippe Pasqua, que encantó a los niños.
 



El paseo en barco es una delicia. Aconsejo hacerlo el último día; es un bonito colofón porque vas pasando por muchos de los lugares visitados los días anteriores.
 

 Además nosotros lo tomamos a la hora en que se pone el sol; es preciosa París bajo la luz del atardecer.
 








Otro aliciente de hacerlo a esa hora es que justo en el final del trayecto pasas al lado de la torre Eiffel que a esas horas comienza a iluminarse.




Anochecía, y nos dirigimos a Trocadero. Era la última noche, y no queríamos dejar París sin probar otro clásico de la ciudad: las célebres crêpes de nutella, muy ricas y que llenan un montón. Allí pudimos contemplar cómo a las horas en punto la torre Eiffel centellea durante cinco minutos ante la mirada de cientos de personas.



A las once de la noche volvíamos al apartamento, pues a la mañana siguiente debíamos madrugar bastante para estar en el aeropuerto tempranito.

El viaje ha sigo estupendo; nuestra segunda estancia en París, esta vez con nuestros hijos. Pero dicen que no hay dos sin tres.
Y seguro que volveremos.

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 “Paris sera toujours Paris. Qu’est-ce que tu veux qu’il fasse d’autre?” 
  ("Paris será siempre Paris. ¿Qué otra cosa pretendes que sea?")
  Fréderic Dard